jueves, 1 de marzo de 2012

Jodeos, sigo aquí XD

Hola de nuevo. ¿Creíais que me había quedado sin ideas? Pues desengañaos, tenéis toda la razón.

Espera, esto no era así... Empezaré de nuevo.

No me he quedado sin ideas, sólo que mi inspiración anda errática, dando muchos tumbos y tal. ¿Por qué? Porque mi vida es monótona como sólo la vida de alguien aburrido puede serlo. Que no es que yo me aburra, cuidado, es que tengo una vida muy del montón.

No hay novedades, no hay aventuras (Deo gratias), no me pasa nada extraordinario y tampoco tengo tantas burradas que contar. 

Sí tengo una gran noticia, y es que tengo curro, un curro de quince horas semanales y por puro enchufe, lo reconozco, pero curro al fin y al cabo. ¡Es tan emocionante sentirse parte del mundo exterior otra vez!


De hecho, ahora que lo pienso, la entrevista tiene su miga. Veréis, mi jefe es también mi hermano mayor, al que llamaremos Llew porque es el nombre con que lo llamo yo para mis adentros. Me llamó hace unas tres semanas y me dijo que quería hablar conmigo y si podía ir a su oficina esa misma tarde sobre las cinco.

A mí me entró el canguelo. Justo el día anterior yo había tenido la millonésima bronca con mi madre (una de tantas, ya ni me acuerdo de qué iba) y lo primero que pensé era que mi madre le había dicho algo y mi hermano quería tener una charla fraternal de asuntos familiares. No os imagináis el canguelo que me entró, porque no soporto las confrontaciones, pero tampoco estaba dispuesta a consentir según qué clase de conversación. Y, claro, no soporto las discusiones, pero es no significa que me vaya a echar atrás si lo considero necesario.

Lo volví a llamar al rato y le dije que de qué iba el tema, y él me contestó que no me preocupara. Eso hizo que me preocupara todavía más, aunque reconozco que el tono que usó era tranquilo y alegre, cosa que no sería si quisiera hablarme de mi madre y de la problemática relación que tenemos. 

Casi no comí de puros nervios y me fui con demasiado tiempo. Tanto que llegué con media hora de antelación a la cita, así que aparqué un poco recogida, que no me vieran desde la oficina, y me puse al leer "El Asedio", de Arturo Pérez-Reverte, que es un tochazo y me gusta mucho. Pero no hubo manera, no leía ni dos líneas y ya tenía que volver atrás para enterarme de qué coño estaba leyendo.

(No, no era culpa del libro, era yo. Pérez-Reverte tampoco es tan complicado, coño).

Al final, todavía un cuarto de hora antes de la cita, me bajé del coche y fui a la oficina: si tenía que pelearme con mi hermano, cuanto antes empezara, antes acabaría. 

Llegué y, cómo no, mi hermano estaba ocupado con alguien, un cliente o proveedor o lo que fuera, así que me pasé a la parte de dentro a esperar sin molestar demasiado.

Llew terminó y pasó adonde yo estaba para hablar conmigo. Yo no me había sentado y estaba paseándome, curioseando un poco por ahí, tratando de convencerme de que la charla no iba a tener relación con mi madre y de que, por tanto, no hacía falta poner cara de perro. Curiosamente, tenía razón.

Llew me explicó la situación en su oficina, lo que tenía y lo que necesitaba, y me preguntó si quería hacer yo el trabajo, que, curiosamente, es el mío, la administración, y además me gusta.

Yo me quedé unos segundos moviendo la boca sin decir ni media, porque no me salían las palabras, y al final estallé.

-¡Pos claro, gilipollas! ¿A ti qué te parece?

O algo así. Lo que sí tengo claro es que lo insulté, cosa que Llew agradeció riéndose de mí en mi cara. Tres días después empezaba a trabajar y todavía sigo allí. Claro que tres semanas de trabajo no son un gran récord, pero es más de lo que he cotizado en el último año.

Eso sí, juraría que es la primera vez que llamo gilipollas a mi entrevistador en su cara durante la entrevista. Y encima me cogieron...

2 comentarios:

  1. Las buenas noticias compensan la ausencia de tetas en este post. ¡Pero por poco!

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  2. Mismamente en las tetas estaba pensando yo... Enhorabuena!

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