sábado, 25 de enero de 2020

Una mallorquina en Burgos, aventuras y desventuras (1 de n)



Po cí, una mallorquina en Burgos. ¿Ensaimadas burgalesas? Lo dudo, máxime cuando la otra pata de esta mallorquina es gallega.

La razón por la que me he ido a Burgos es que, en Baleares, las cuentas no salen, simple y llanamente. Alquileres exorbitantes, como si los mallorquines fuésemos turistas, y las hipotecas en la misma línea, cuando te la puedes permitir. No salen las cuentas ni compartiendo piso. Para más huevitis, los que te cobran alquiler turístico son los mismos que luego se quejan de que la isla está llena de "guiris". Pero, alma de cántaro, ¿y qué quieres? ¡Si son los únicos que se pueden permitir los precios que pones, cabrón!


En Burgos, dependiendo del trabajo y la nómina, las cuentas salen... más o menos. Así que he hecho las maletas y aquí estoy, buscando curro y conociendo una ciudad nueva.

Estoy compartiendo piso, cierto, pero lo que pago incluye todos mis gastos de la casa (280€, chavales, aprended, que en Mallorca una habitación cuesta 400, gastos aparte, y te ponen pegas si usas el baño, no hablemos ya de la cocina) y sólo tengo que gastarme lo que como. 

Llevo aquí poco más de dos semanas y la verdad es que no ha dado para mucho. Es decir, sí, he hecho muchas cosas, pero nada así sabrosón que le dé picante a la entrada. Echar currículums, patear...

¡Oh, Dios mío! Hablando de patear, ¡he tenido que dejar El Huevo en la isla! Principalmente, porque la puta ITV tiene todas las citas cogidas hasta abril y más allá no te dejaba ir. Y no puedes recorrerte media península en un coche que no ha pasado la puta ITV. Esa es otra mierda mallorquina que en Burgos no pasa.

¿Dónde estaba? Ah, sí. Echar currículums y patear, arreglar documentación, seguir echando currículums y pateando otro poco, deprimirme, aburrirme, aterrorizarme...

Sí, momentos de pánico. Sobre todo los primeros días. Del palo de "Niña, pero ¿qué haces aquí, sola en una ciudad que no conoces? ¡Tira pa' casa antes de que te pase algo!". Sobre todo cuando salía a comprar, sola y con el Maps por único guía. Porque pasear...Ahora me atrevo, estoy aprendiendo a orientarme por la ciudad, pero al principio... Al principio, salir de casa era como intentar trepar el Everest atada de pies y manos y manejando el piolet con los pelos de la nariz.

Y, por supuesto, deprimirme. Unos días, al principio de todo. ¡Diox!, cómo echo de menos a mi hija. La Miniyó, que ya es más alta que yo y va camino de los 17, flaca como un hueso y cabezona como su puta madre, que soy yo. Siendo tan alta, creo que Maxiyó le queda mejor. Pues eso, que la echo de menos como un dolor. Ella se ha quedado en Mallorca, tiene que terminar el curso, y mis padres me hacen el gran favor de alojarla y mantenerla (y aguantarla) mientras yo estoy aquí peleando la vida. Y, por supuesto, sabía que la iba a echar de menos, porque me conozco y es la persona qué más quiero en todo el planeta, así que era bastante evidente. Lo que no anticipaba era con qué intensidad la iba a echar de menos. 

Evidentemente, uno puede anticipar las cosas dentro de lo lógico, pero es imposible adivinar y predecir con cuánta intensidad las va a sentir. Y yo ni siquiera sabía que se podía añorar tanto a alguien. Es literalmente como si me hubieran arrancado un trozo de mí misma que no sabía que llevaba dentro hasta que ya no ha estado allí.

Por supuesto, la idea es que mi hija se venga cuando apruebe el curso y yo tenga un trabajo (deseadme suerte, buena gente), pero se me está haciendo eterno. Dos semanas como dos años.

Sobre todo, porque ME ABURRO. Y, al que me conteste "pis caballo", que me deje su dirección, que le tengo reservadas dos guantás de las que pican y te hacen crecer barba del tirón. Avisados quedáis.

¿Por dónde iba? Que me aburro, sí. Pero, como antes, en mayúsculas. ME ABURROOOOOOO...

Ya sabemos todos que no soy la tía más sociable del mundo mundial, ni la de mi país, ciudad, pueblo, villa, aldea, calle... Soy así como introvertida, o selectiva en mis amistades, os lo dejo a vuestra elección (yo apuesto por las dos cosas). Pero, introvertida o no, una se acostumbra a la gente, a las caras, a las voces, a la vida social... Y he estado quince días en los que mi única vida social ha sido una visita a Briviesca, a conocer a mis consuegros y torturar a mi yerno (en otro post, cuando esté segura de que todas las partes antiéticas e ilegales han sido debidamente espurgadas).

Quince días sin partidas de rol, sin hablar de libros, sin comentar con nadie series ni películas, sin quedar para tomar un café y criticar a nuestras familias/amigos/conocidos/loquesea (¿y con quién iba a quedar, si no conozco a nadie?)... ¡No podía ni hablar de fútbol! (Como si fuera a hacer el esfuerzo, anda que... vaya comparación). Afortunadamente para ellos, mis compañeros de piso sí que curran, así que la mayor parte del tiempo no los veo. Y cuando los veo están ocupados con su vida, mientras que yo me estoy montando una.

Y yo acostumbrada a, al menos, salir de casa una vez a la semana para ir con los amigos a lo que sea: birras, cine, partidas de rol, destripar pelis, libros, series, conocidos comunes... 

(Continuará)

2 comentarios:

  1. Te as ido i no e podido despedirme de ti (ಥ﹏ಥ) espero que en esta nueva vida tengas mucho éxito y cosas buena de corazón (๑˃̵ᴗ˂̵)ﻭ

    ResponderEliminar