miércoles, 11 de enero de 2012

Año Nuevo...

No voy a terminar el dicho como se suele hacer. Entre otras cosas, no tengo nueva pareja, nueva familia ni nuevo trabajo (y esto último cómo jode). Tengo mi vida de siempre, con mis obligaciones de siempre y con mis sueños, fantasías, pajas mentales y ambiciones de siempre. Y con los problemas de siempre.

¡Ahí va! ¡Tengo miedos nuevos! El miedo de que se me acaben los ingresos que tengo, que son pocos y cobardes y les quedan dos telediarios, y no pueda colaborar lo poco que ya colaboro en la economía doméstica. Hoy por hoy, es lo único que me quita el sueño.

Bueno, eso y la acidez de estómago que se me pone en las tripas cuando me paso una mañana entera dándole a las webs de empleo y no me sale nada y, si me sale, me como los mocos igual porque a nadie se le ocurre llamarme. 

A veces me pregunto si es porque estoy poco preparada, porque lo estoy demasiado (no es coña, me lo han llegado a decir, aunque yo me haya quedado bocas) o porque yo como persona tengo algún fallo que me impide encontrar un empleo (lo de estable vamos a dejarlo para más adelante y lo de bien remunerado en el apartado de ciencia ficción).


Y entonces hago examen de conciencia y me leo la cartilla de pe a pa y me hago una lista de mis fallos, porque no soy perfecta y los tengo, y hago propósito de enmienda... Y me quedo parada ahí porque puedo enmendar lo que yo percibo como fallos y, desde luego, lo hago, o lo intento, pero luego todo sigue igual, es decir: sigo sin encontrar empleo.

Y me vuelvo a plantear las mismas dudas y me vuelvo a comer la olla y vuelvo a repasar mis fallos y vuelvo a hacer propósito de enmienda... Y vuelvo a cambiar por enésima vez en otras tantas semanas. 

Mi familia ya me mira de reojo, preguntándose si padezco un trastorno de personalidad múltiple, y me habla con mucho cuidadín, como cuando tienes miedo de que el que tienes delante se vuelva loco agresivo y peligroso como pronuncies una vocal más alta que una consonante dentro de la misma palabra.

Afortunadamente, el sentido común, la puta potra o ambos vinieron en mi auxilio (o me cansé de darle vueltas a mi manera de ser, coño, que ya está bien de buscarse excusas para no ser como uno es) y decidí seguir insistiendo en mi búsqueda y dejarle al jefe (el día que lo tenga) la búsqueda de fallos, errores y otras cosas que haga falta cambiar (a fin de cuentas, es lo que se les da mejor a los jefes).

A consecuencia de esta decisión, he notado cambios importantes en mi vida. El primero es que ya no me siento desorientada conmigo misma, me he aceptado (una vez más) como soy y estoy a gusto, y eso me ha proporcionado una gran paz y calma interiores. El segundo cambio, provocado por el primero, es que me planteo las cosas de otra manera: sigo siendo un culo de mal asiento que no hace una sola cosa por vez si puede hacer varias, eso no ha cambiado, pero ahora las hago recreándome más en ellas y en la satisfacción de hacerlas bien por hacerlas bien (y en la de saber que no tendré que volver a hacerlas porque han quedado bien hechas a la primera), me tomo mi tiempo, si es necesario, en procurar el mejor resultado a mi alcance. 

Otro cambio es que relativizo la importancia de las cosas en otros aspectos. Siempre hay cosas que nos alteran y que nos sacan de nuestras casillas porque somos personas y siempre hay algo que nos afecta más allá de lo que pensábamos o querríamos. Pero hasta eso para mí es relativo. Existen esas cosas que me molestan y que me sacan de mis casillas, pero mientras que antes me ponía como una furia y soltaba por la boca sapos y culebras, ahora las miro con más tranquilidad: "Oh, es molesto", me digo. "Ya te digo", me respondo. "¿Ganaré algo poniéndome hecha un basilisco?", me pregunto. "No creo", me respondo yo misma tras una corta reflexión, "más bien como que tiene pinta de joderla como abras la boca". "Entonces, ¿tengo que callarme?", me quejo. "Hombre, tener, tener... No tienes, pero en lugar de soltar mierda podrías decir las cosas con un poquito más de tacto", me sugiero, sutil. "¿Cómo coño se le dice a alguien con tacto que me está tocando los cojones?", protesto. "Tendrías que callarte", sentencio, sapiente.

Una cosa que no ha cambiado es que mi familia sigue preguntándose si tengo personalidad múltiple, pero lo he consultado y me he contestado que no, así que estoy tranquila.

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